Rafael Álvarez Díaz

La Caja del Juguete

El talento de Rafael Álvarez Díaz, cazador autodidacta de objetos y miniaturas procedentes de todo el país, atrapa el tiempo al poner en valor dentro de singulares vitrinas, todo el colorido, la riqueza y diversidad del juguete tradicional mexicano. 

En 1993 el Maestro Álvarez reunió en un enorme escaparate dos tendencias de juguetes artesanales. Por un lado, aquellos que permiten que la infancia encuentre un mundo habitable, una representación a escala del mundo de los adultos; carritos de hojalata, luchadores, locomotoras de madera, muñecas, soldaditos de plomo… y del otro, juguetes de destreza como trompos, pirinolas, yoyos, papalotes y baleros.

Denominada por Álvarez La Caja del Juguete, esta vitrina contiene nueve módulos; unos recrean espacios en donde los juguetes eran fabricados (un taller de alfarero o de costura), otros evocan aquellos lugares en que los juguetes llegaban a las manos de sus ilusionados dueños (una tienda, una feria), en tanto que, como patrono del ensamblaje, funge el Santo Niño de Atocha. 

La Caja del Juguete está localizada en la sala contigua del camerino principal. La armonía con la que su autor exhibe los objetos coleccionados ha causado la admiración de innumerables artistas, entre ellos, la de Joan Manuel Serrat, quien se interesó por réplicas de algunos módulos.  

Con nostalgia, Álvarez reconoce que muchos de estos juguetes ya no se producen más. Pero su legado combate el olvido y honra un oficio fundamental en las culturas populares de México.

Una mirada al pasado

“Puesto que todos hemos sido niños… un juguetero siempre simboliza la inocencia; es algo lejano a las cosas malas”, afirma Rafael Álvarez Díaz, cuyo quehacer artístico inició en 1976 y hoy ha trascendido fronteras, pudiendo apreciarse lo mismo en Papalote Museo del Niño, en la Ciudad de México, que en el filme Carne trémula del cineasta español Pedro Almodóvar. 

Una Mirada al Pasado se encuentra en el segundo piso de las oficinas ejecutivas del recinto, dotando de colorido al vestíbulo. Contiene marionetas, trompos de lata, caballos de madera y canicas, entre muchos otros juguetes antiguos adquiridos en el Estado de México, Puebla, Chiapas y en la Ciudad de México. El encanto que irradia esta vitrina confirma las posibilidades de lo diminuto, o como señala Álvarez: “Hacer todo en miniatura le permite a uno alcanzar cualquier cosa que quiera y echársela a la bolsa”.