1948
Un foro vivo
El 15 de agosto de 1948 el presidente Miguel Alemán encargó la edificación de un espacio dedicado al hipismo, inspirado por la victoria mexicana en las pruebas ecuestres durante los Juegos Olímpicos de Londres 1948. El proyecto, con capacidad para 18 mil 500 espectadores, se comisionó a los arquitectos Fernando Beltrán y Puga, Fernando Parra, Óscar de Buen y Guillermo Salazar.
1952
El inmueble, llamado Auditorio Municipal y aún inconcluso, abrió sus puertas el 25 de junio de 1952. Cinco meses después, se replanteó la vocación del recinto con la modificación del proyecto a cargo de los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Ramiro González de Sordo.
1955
El complejo multifuncional, renombrado Auditorio Nacional, reinició sus operaciones en 1955. Durante sus primera cuatro décadas, el foro mantuvo una relación estrecha con la sociedad mexicana al albergar espectáculos culturales, circenses, ferias comerciales, justas olímpicas y eventos masivos.
A finales de los años 80, fue evidente que el recinto fue rebasado por el paso del tiempo convirtiéndose, a decir de Teodoro González de León, en “el edificio más feo de México en la mejor esquina de la Ciudad”. Por ello, se encargó la modificación estructural del Auditorio Nacional a los arquitectos González de León y Abraham Zabludovsky para concebir un edificio contemporáneo, acorde con la creciente demanda de la industria del entretenimiento en vivo.
1991
Los arquitectos aprovecharon gran parte de la estructura de hierro remachado de la construcción original —similar a la de la Torre Eiffel—, y se elevó el nivel de acceso con una plaza al descubierto.
Al cabo de 18 meses de trabajos, el 6 de septiembre de 1991, el nuevo Auditorio Nacional abrió sus puertas, contribuyendo de manera decidida al crecimiento de la industria de los espectáculos en México. Su versatilidad y diseño de vanguardia le permite ofrecer por igual, conciertos de música, danza, teatro, cine y espectáculos para niños, entre otros.
A la par de su arquitectura funcional, su modelo administrativo también fue reformado. Desde 1991, el Auditorio Nacional no depende de los recursos fiscales del Estado gracias a un innovador modelo de gestión financieramente autosustentable.
A la oferta escénica y cultural de este recinto que atrae anualmente alrededor de un millón y medio de espectadores, en 2004 se sumó un foro alterno: el Lunario del Auditorio Nacional. En él se presentan una variedad de espectáculos en un formato que permite una mayor cercanía entre público y artista. Con capacidad para recibir de 500 a 1,200 personas, este espacio se distingue por su atmósfera íntima de formato tipo cabaret o club.
Desde su reestructura, el nuevo Auditorio Nacional se integró plenamente a los conceptos contemporáneos de funcionalidad en el mundo del espectáculo. Con su revitalización y el reacondicionamiento en sus instalaciones, servicios y equipamiento tecnológico, el recinto adquirió una dimensión internacional que lo puso en competencia con los escenarios más importantes del mundo.
En concreto: Dos visiones y un legado
Teodoro González de León (México, 1926-2016), arquitecto de renombre internacional, fue congruente con una amplia visión del movimiento moderno, convencido de la estética de la abstracción. Desarrolló una intensa y brillante actividad arquitectónica en los campos del urbanismo, la vivienda y en magnos edificios públicos y privados. A los 22 años se unió al taller del insigne arquitecto suizo Le Corbusier.
Fue ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1982, obtuvo el Gran Premio Latinoamericano en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires, Argentina en 1989, e ingresó a la Academia Internacional de Arquitectura en 1994; en 2008 obtuvo también el premio trienal de la Unión Internacional de Arquitectos. La International Academy of Architecture le otorgó el Premio “Esfera de Cristal” a la mejor obra construida en 2007 y desde 1989, fue miembro de El Colegio Nacional.
Durante más de 60 años diseñó espacios con la certeza de que la luz es un elemento básico en la arquitectura, y expresó: “Siempre las formas deben estar pensadas para respetar el trayecto del sol. Es una condición de la arquitectura el manejo de la luz, natural y artificial.”
La obra de Abraham Zabludovsky (Polonia, 1924 – México, 2003) se caracteriza por la revaloración del muro, la búsqueda de texturas durables, particularmente mediante el empleo del concreto cincelado con grano de mármol expuesto y una concepción del espacio que retoma la tradición de la arquitectura mexicana de patios, pórticos y taludes que relacionan el interior de los edificios con el espacio urbano.
Académico emérito y fundador de la Academia Nacional de Arquitectura, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1982, el Gran Premio Latinoamericano en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires en 1989 y la Medalla de Oro en la Bienal Mundial de Arquitectura, en Sofía, Bulgaria en 1991. Entre otras distinciones obtuvo también el Gran Premio Ex Aequo en la Segunda Bienal Internacional de Arquitectura de Brasil en 1994, y fue reconocido en 1993 como Creador Emérito de Artes.
Zabludovsky estaba convencido de que si bien la tecnología nos acerca a la realidad de la obra, es aún imposible personificar en una escala al ser humano en movimiento: “No es igual una representación, que ver o sentir los espacios reales, o caminar en diferentes estaciones del año y horas del día”.
La actuación conjunta de ambos arquitectos egresados de la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, y cuya huella marcó la última mitad del siglo XX con edificios emblemáticos en México y en el extranjero, encontró su cenit en la remodelación del Auditorio Nacional.
Su concreto cincelado con arenas de mármol y agregado de grano —sencillo, maleable y de gran resistencia— convirtió al recinto en una escultura viva con una influencia del trazo prehispánico evidente en taludes y paredes ciegas.
Para los arquitectos González de León y Zabludovsky el inmueble tenía una estructura antigua estupenda, la cual “respetaron íntegramente” porque desde el punto de vista plástico era relevante. Y lograron construir una obra moderna: “Moderna porque usamos las formas constructivas, el espíritu y la exaltación de las formas de la construcción, que es la poética más primitiva del movimiento moderno. Siempre me ha interesado la tectonicidad de la arquitectura, y aunar la plasticidad con la funcionalidad”, expresó González de León.